julio 18, 2010

La peste naranja se activó en Salta.



Como nunca suele pasar en Salta, los cansinos nativos salieron a la calle a manifestarse por sus “derechos” de mayoría, para negarles a putos, travas y tortas salteñas, la ampliación de derechos civiles propuestos en el matrimonio igualitario.
Salta y los salteños no son una población que se movilice demasiado, mucho menos que se escandalice. Tomemos como ejemplo lo que se discutía en la legislatura provincial a fines de 2009: si era o no correcto que los niños trabajen en las plantaciones de tabaco. Para muchos diputados salteños la explotación infantil es una tradición que educa y hace de los niños futuros hombres de bien; o en otros términos, bien sumisos para que en el futuro pueda seguir reproduciéndose la explotación. Esta perspectiva además era acompañada por referentes de medios de comunicación locales. Como decía, estas situaciones no generan escándalo, tampoco que sea cotidiano el embarazo de niñas de entre 11 y 13 años.
Sin embargo algo se activó desde el corazón conservador configurado por la jerarquía eclesiástica y los salteños salieron a la calle a reclamar papá y mamá.
Los militantes de la iglesia católica contrataron diseñador y se propusieron desarrollar una campaña de comunicación masiva que incluyó el empapelado callejero y el despliegue de jóvenes voluntarios vestidos de naranja y amarillo por la plaza central y las calles aledañas. La mayoría de ellos no saben ni de que se trata para lo que están trabajando cuando se les pregunta.
La votación de la reforma del código civil que habilita el matrimonio entre personas del mismo sexo dejó en claro que la representatividad democrática de los intereses de los habitantes de todo el país, en especial las minorías, es una falacia. De acuerdo al voto de los diputados y senadores salteños en la provincia no existen putos, travas, ni tortas, ni ninguna persona con un interés legítimo para la ampliación de derechos civiles. En Salta al igual que en San Luís y La Rioja no habría diversidad sexual.
Salta no se escandaliza, y eso se evidencia en los ejemplares que su población elige para que los represente en el Congreso de la Nación, basta solo un ejemplo, el diputado Alfredo Olmedo (el de la mente cerrada y la cola también) que llegó a su banca rifando autos cero kilómetros y llenando antiguos cines cual pastor evangelista en los se realizaban los sorteos. Este impresentable invirtió los cuantiosos dividendos de sus plantaciones de soja en terrenos de dudosa procedencia para ganar una triste campaña política.
Ejemplares de las épocas esclavistas deben de sentirse muy bien representados ya que también poblaron la audiencia de la Senadora adicta al Opus Dai (Alonso de Negre, que salió de gira fundamentalista), y muchos de estos salteños de familia, los que no son necesariamente ricos y poderosos, atropellaron con calificativos racistas a militantes de organizaciones glbt. “Encima de putos, negros” se escuchó reiteradas veces en la plaza que rodea el palacio legislativo salteño.
Los medios locales, la mayoría de los políticos y funcionarios del partido justicialista gobernante y sus aliados, sectores de derecha; dieron su apoyo a la imagen de la sagrada familia ratificando que Salta es una de las pocas, sino la única, con enseñanza religiosa del culto católico obligatoria en las escuelas públicas.
En instituciones públicas y privadas hubo aprietes, despidos y hasta utilización de los menores para que consigan firmas contra el proyecto de matrimonio igualitario.
El panorama en Salta no es auspicioso y los putos salteños de clase media y media alta (sector desde el que nació la demanda de estos derechos civiles), que son muchos, no le pusieron el cuerpo ni la voz a esta lucha por la ampliación de derechos. Putos hay y muchos de ellos ocupan funciones públicas destacadas, pero el costo político de un pronunciamiento al parecer es alto. Los putos salteños se dejaron neutralizar por la peste naranja y siguieron escabulléndose cual alimaña de la visibilización política. Su putez solo quedó pegada para salir de compras, asistir a fiestitas electrónicas y armar grupos en facebook. Las voces glbt que se alzaron fueron las mismas de siempre, las que pretenden ser universales y no representan y que encima están deseosas de ser portadas matutinas.
Sin embargo en la última marcha a favor de la ley muchos pusieron el cuerpo.

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