mayo 12, 2007

Pecado original: la manzana que nos sigue dando de comer.


Ya no somos una peste rosa, es más, está de moda “aceptarnos”, respetar la diversidad sexual y tener un amigo puto. Sin embargo al interior de la “comunidad gay” hay una cuestión que sigue causando diferentes reacciones y situaciones: el sida y/o otras enfermedades de transmisión sexual (ETS).

Hay quienes buscan infectarse a propósito, hay quienes gritan a los cuatro vientos que están infectados, hay quienes le tienen un miedo pavoroso; también los hay de aquellos a quienes no les interesa saber al respecto y se entregan a su buena suerte (de infectarse o no). Sin embargo los más peligrosos son aquellos que lucran con el sida: desde los laboratorios de medicamentos, pasando por las organizaciones sociales que van detrás del dinero marcado con rojo, hasta las estrellas que arman fiestas por los enfermos del Africa.


El sida se ha convertido en un negocio, pero no conforme con mantenerse en el ámbito de la salud y del mercado, el sida hoy es un discurso social: una patología socialmente discursiva.

La iglesia no quiere que se promueva el uso del forro y nos llama a la castidad, el Estado saca leyes que lo obligan a entregar medicamentos y preservativos gratuitamente, las campañas no son efectivas, las personas se siguen infectando y sin embargo nadie se pregunta ¿por qué no debo infectarme? El sida hoy es una cuestión de moral discursiva y no de prácticas reales.[1]

Si vamos a la práctica concreta de la “cogería cotidiana”, seguramente seguís chupando pijas sin forro, te aterrás cuando tenés que hacerte un test de VIH, y cuando terminás contagiado con gonorrea, sífilis, verrugas o ladillas; tu barómetro de la vergüenza rompe límites insospechados que no te dejan ir a hacerte atender como si fuera un dolor de panza, sino que te sentís con la marca de la bestia una vez que llegás al servicio de ETS del hospital o clínica más cercana.

El trato de los médicos con respecto a tu persona variará según el tipo de centro médico, la moral que tenga dicho “profesional”, y que vos tengas, así como los prejuicios y el énfasis que le pongas a la consulta para que hacer verosímil que esa llaga en el ano te apareció por obra y gracia del Espíritu Santo y no por una noche de doble penetración.

La sala de espera de estos servicios es lo más parecido al purgatorio, nunca te hubieses imaginado en una situación de tanta pudorosidad, pero te sentís observado y enjuiciado por todos los que te rodean en ese espacio, y vos mismo descargás miradas estigmatizantes a cada uno de los que entran después de vos. Los médicos y enfermeras ya están demasiado acostumbrados a estas situaciones: sos un trámite para ellos, y la tortura de abrirte de gambas o correrte el prepucio, para ellos es sólo llenar un formulario.[2]

No podemos negar que las condiciones materiales (ser pobre) inciden para que una persona no llegue, ni le llegue, a la información que podés tener vos, a poder comprar un forro, o que simplemente las creencias; como sacarla al eyacularar; los librará de hijos no deseados.

Al parecer, del sida o de las ETS se habla en tu grupo de amigos sólo cuando uno se ha infectado con alguna “desgracia”. Más barrera morales. El sida como patología discursiva hace síntoma sólo una vez ocurrido el episodio, nunca antes, porque creemos que nuestro buen ojo para identificar “señales” en el cuerpo del otro (como ser un chico bien, tener un buen trabajo, no ser promiscuo, ser blanco, vivir en Palermo, y podemos seguir enumerando...) te salvarán de visitar el purgatorio para curar las llegas del pecado.

¿Por qué en vez de tratar de identificar si con el que estás cogiendo puede estar infectado o no por alguna “señal física” que te haga usar o no un preservativo, mejor pensás que todos están infectados con algo? Solo cambiando el esquema en tu cabeza para salvarte por porcentajes y estadísticas, te llevarán a tener que cuidarte si o si y al mismo tiempo vas a tener que reflexionar sobre el porque no querrás infectarte con VIH u otra ETS; vas a tener que hacerte cargo, a tu propio riesgo, de las prácticas sexuales que estás llevando adelante sin moralinas que te harán sentir culpable, y reducirás asombrosamente la paranoia hasta el próximo test. Yo prefiero no alimentarme de ningún pecado, tampoco creo en ellos, mucho menos quiero tomar 250 pastillas por mes, ¿y vos?


[1] Es decir: es puro bla bla bla

[2] Obviamente hablamos de hospitales no-sanctos, y no de médicos paquetísimos que nunca, pero nunca, te preguntarán que tipo de prácticas sexuales tenés, por que aunque sean “dioses de la cura”, para ellos esa verruga o ese fluido que te sale de alguna mucosa es obra y gracias del Espíritu Santo, o en su defecto una plegaria desatendida de la Virgen desatanudos.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

una patologia socialmente discursiva, tal cual! muy buen post.
<3

Mauro dijo...

me hiciste acordar que tendria que escribir un cuarto reporte ampliando mi visita a la pscicologa.

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