agosto 19, 2009

Dicciones-a, un ordenador. Ordenando un hombre para el 4400.

Llega un momento en la vida de un puto en que tiene que reconocer su adicción a las citas de ordenador.

Las luces y las sombras siguen danzando alrededor y La vida transcurre en etapas cíclicas, y esta vez ya no queda otra que hacerse cargo.

Después de 4 días a puro encuentro dónde nada termina concretándose, la situación se torna en un estado alarmante y lo único intenso que llegás a lograr es unos besos con un chico que estaba de visita en la ciudad que conociste a horas de emprender su retorno.

Ya estuviste en situaciones similares años atrás y el remedio fue una matrimoniación, la exacta concreción de lo que tanto buscabas. Sin embargo esa historia ya quedó atrás hace rato, y solo quedan memorias melancos a las que no querés volver, porque ya pasó, ya las comprendiste y ahora intentás otra cosa, un mínimo que se parece a una misión imposible.

Lees fantasías que te hablan por la ventanita del mensajero, fantasías de gente que está interesada en aspectos del sexo y el amor que ya dejaste atrás, pero sin embargo insistís en insistir.

Cada día empezás de nuevo, pero sigue siendo lo mismo, y repetís un estado pasado de cierta decadencia amorosa, pero lo peor de todo, también sexual. Ahora van por el mismo sendero amarillo. Tanta es la decadencia que hasta los huevos te quedaron doliendo de tanta leche acumulada con los besos del muchacho en tránsito que te dijo adiós después de disfrutar sólo un momento de dulzura salival.

Cada puto que conocés en tu hábitat está emparejado, viviendo un tipo de relación a la que ya no querés volver, porque ya estuviste ahí y te diste cuenta que la mayoría de sus tópicos te parecen aburridos. Pero están emparejados al fin, construyen una relación.

Los encuentros pautados, ninguno fue de corte sexual, es más, sólo te pautaste visitas sabiendo que la idea final era conocer y no coger, a pesar de que coger es tu necesidad mas imperiosa. Sin embargo el nuevo estado de adicción parece haberte inhibido la bestia carnal que no te dejaba ni siquiera averiguar sobre las ideas del mundo que los traían a tu cama. Parecés un vampiro que se decidió por la sangre artificial.

De atrás a este tiempo sólo uno despertó un cierto interés a pesar de saber que podría plantearte algunos de los tópicos ya archivados, y sin embargo te pusiste fresca, pero te terminó ubicando, bah descartando, bah “una amistad”. “Nos pintó la onda amigos” te escupió por su ventana y te quedaste estupefacto. Y eso te quebró nos cuantos dedos. El líquido salival ni siquiera le hizo contra a la sequedad de agosto, no llegó a entumecer tus lacrimales.

Los visitantes de invierno están inmiscuidos en crisis existenciales de su ser emocional, crisis de un modelo mental que se hacer carne, pero crisis a la que vos ya comprendiste y te hace revolver y revolver entre las ofertas de los putos locales, para terminar dando con subjetividades importadas.

El descartante no era local, y quizás esa característica hacía la diferencia. Ya empezás a pensar que la geografía del hábitat incide en las mentes, los deseos y comportamientos de lo que te ofrece el ordenador en tu nuevo código postal.

Y ahora que es reconocida la adicción llega el momento de plantearse acciones, pero ninguna de las que emergen en tu cabeza te permiten irte más allá de lo que fue el acceso a una vida sexual en tiempos pasados.

En aguas que bajan al valle es más difícil encontrar tritones que hayan alcanzado grandes profundidades, y lo que terminas sacando en son sólo peces de pecera.

Salir a bucear las relaciones homos en la web y arremeter en aguas profundas te permitió enfrentarte al miedo a lo hondo, y encontrar poderosos ejemplares en estados mentales salvajes.

Pero eso fue en otra geografía y en tu ciudad los accidentes son otros, y tendrás que adentrarte en el valle con la esperanza de que un hombre libre te encuentre, bebiendo de los deshielos de las montañas en las que sólo es, y no drenando las lagunas de meo que va regalándote tu pequeño cachorro.

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